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No seas agua viva podrida



Mucha veces en nuestra vida, no estancamos como el agua en el poso, por las preocupaciones, dificultades o temores que nos angustian y nos quitan la paz que Cristo nos regala. El cristiano, tiene que ser una persona fuera de limitaciones de las preocupaciones, sabemos que también la tristeza o las angustias, son emociones normales que todo ser humano pueda sentir. Pero no es el hecho que siempre en nuestro caminar con Jesús, se nos note la desesperanza. Jesús en su Evangelio nos invita hacer sal y luz del mundo Mateo 5, 13-16 a los hombres, la luz para alumbras a las personas que se encuentran en las tinieblas y sal para dar el sabor, el sentido a la vida que tenemos.


Nuestra misión es de rescatar a muchas personas que se encuentran perdidas de la palabra de Dios y de sus propios caminos y de nuestra misión es de rescatarlas y ser testimonio andantes para ellos. Pero si nos encontramos en unas desolación, tristes y sin fuerzas y estancados en un mismo sitio (Preocupaciones, miedo, angustias, destreza, desesperanza, temor, pánico) entonces no dejaremos que Dios sea el autor y el protagonista de nuestra vida, que mueva la tierra; nuestro mundo, nuestra vida.


Cada uno de nosotros somos vasijas de barros, débiles y frágiles si nos encontramos vacíos por todo nuestro balde, seremos fáciles de caer y de quebrarnos (Caer en tentación, apartarnos de Dios, pecar etc.). Pero si llenamos con agua, nuestra vasija (La vida misma) se nos hace fuerte. Y eso no dará el mismo refrescar de nuestro caminar con Jesús, y podemos dárselas a los demás de esa agua viva que Cristo nos regala. Pero hay algo notorio, que es: ¡Si dejamos estancarnos y dejar que en nuestra agua se nos paren los sancudos y si no la tapamos. Entonces se nos hará el agua podrida o peor aún “contaminada”!.


Siendo cristianos, nos tenemos que mover renovarnos y también en cambiar esa agua y repartirla. Y eso se involucra a una vida, de conversión, nutrirse de la Palabra de Dios de la Eucaristía, de los sacramentos. Y veremos que poco a poco, vamos a darle color, reparación y cambio de agua a nuestra misma vasija, haciendo que sea lo más fuerte y resistible para llenarse del agua de Dios. Esa agua que nos desborda del gozo y la paz en la misma alma y del Espíritu Santo. Si no quieres ser un agua viva podrida o contaminada, entonces, s empieza a trabajar con tu conversión y tu relación con Dios.


Les quiero compartir una reflexión de una frase que me conseguí en una página católica por Instagram la frase decía lo siguiente: “Tu preocupación termina donde inicia tu fe”

Cuando descubrí esta esta frase me impacto y a la vez me costó comprenderla pero al final acabo entendí que el resumen de todo de un agua viva, está en la confianza en la fe en Jesucristo, que nos guía y nos ilumina y la fe es la que nos hace moverla tierra, movernos a nosotros. Hace tiempo leí un libro que se llamaba Salvando miles de almas y unos de sus capítulos me impacto porque unas de las partes de la lectura citaba lo siguiente: “Dios no se deja de mostrar y de responder a sus hijos, solo está en nosotros es de movernos. ¡No dejes el carro estacionado hay que moverlo!


Y esto me hizo comprender que también esta nuestra acción y nuestro aporte en nosotros mismo, para que también Dios sea quien haga la obra y nos ayude a recomenzar esa vasija que tanto estaba vieja y rota; a una nueva, fuerte y sin agujeros. Y poder darla la certeza de una fe, bueno y solidad a nuestro prójimo, que necesita a Dios, más que nosotros.




¡El cristiano tiene que ser un agua pura y cristalina ser un manantial para las demás personas, y no ser responsables en contaminar su propia vida por nuestra agua!

 
 
 

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